El 3 de marzo del año pasado amaneció con una Alerta Roja por el volcán Villarrica. El macizo de la Región de la Araucanía, entró en erupción cerca de las 3 de la mañana, nada raro considerando que es uno de los más activos en Sudamérica, no hacía erupción desde 1991 y su actividad venía en aumento desde febrero.
Fue el primer evento extremo de 2015, al que se sumaron otros seis, que pusieron a Chile entre los países que más desastres sufrieron en el año, de acuerdo a la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Unisdr). En total, se gastaron 3.100 millones de dólares, con lo que fue el sexto país que más gastó en el ítem en el mundo.
Según la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), el año pasado el déficit hídrico fue lo que movilizó más fondos, con un total de 32.947 millones de pesos. Le siguen los aluviones provocados en la Región de Atacama, Antofagasta y Coquimbo, tras el núcleo frío en altura (19.724 millones de pesos), los incendios forestales (19.469 millones), el terremoto de Illapel (4.815 millones) y emergencias volcánicas (1.600 millones).
A pesar de no ser el único servicio a cargo de reaccionar y gestionar fondos ante un desastre, el registro de la Onemi muestra similitudes con lo que ocurrió a nivel mundial.
Según la Unisdr, en 2015 los desastres climáticos marcaron la pauta. “Hemos llegado hasta el año más cálido registrado. 98,6 millones de personas fueron afectadas por los desastres el año pasado y el clima, a menudo con la ayuda de un fuerte El Niño, fue un factor en el 92% de esos eventos”, dijo Robert Glasser, jefe de la Unisdr, en un comunicado.
En Chile, el fenómeno hizo que la baja segregada, que causó los aluviones en el norte en marzo de 2015, tuviera más vapor de agua disponible y, por lo tanto, precipitara más. Sin embargo, su tardía llegada en el invierno, evitó terminar con la megasequía que, en algunas zonas lleva siete años, y afecta a siete regiones.
“Aunque se origina en el Pacífico tropical, El Niño tiene impactos que se sienten lejos, en todo el planeta”, dice a La Tercera Michael McPhaden, experto en el fenómeno de la Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (Noaa).
El Niño 2015-16, que va declinando, fue uno de los más fuertes en el registro. “Como los Niños fuertes de 1982-83 y 1997-98, este evento altera dramáticamente los patrones normales de variabilidad climática en el mundo, contribuyendo con sequías, inundaciones, olas de calor y otros eventos extremos en muchos países”, señala McPhaden. “La cifra de Unisdr representa sólo el 1,4% de la población del mundo. Gracias, en parte, al exitoso pronóstico y sistemas de alerta, el número no es más grande”, enfatiza.
Un estudio global sobre desastres naturales y pérdida económica, del Instituto de Tecnología Karlsruhe (Alemania), señaló esta semana que las inundaciones han causado los mayores daños. “En los últimos años, terremotos y tormentas muestran un papel cada vez mayor”, indicaron.
En Chile, según explica a La Tercera James Daniell, líder de la investigación, la tendencia de las tormentas parece constante, pero la principal amenaza siguen siendo los terremotos. “Desde 1900, alrededor del 91% de todos los costos de desastres han sido debido a ellos y sus consecuencias, como tsunamis, inundaciones o incendios. Muestra una tendencia ligeramente decreciente, gracias a mejores prácticas de construcción”, dice.
Inundaciones, incendios forestales, volcanes y tormentas han causado grandes destrucciones, pero aún no tienen una tendencia. Con todo, el gasto chileno en desastres representa cerca del 2% de todo lo que se ha gastado en la historia, a nivel mundial, en ellos, indica.
El gasto y la gestión
Rodrigo Cienfuegos, director del Centro Nacional de Investigación para la Gestión de Riesgo de Desastres (Cigiden), cuenta que en 2015, en la reunión de la Unisdr, una de las conclusiones fue que hay que invertir para reducir el riesgo. “Se mostraban cifras que indicaban que si se invertía un dólar se podría evitar el gasto de US $7 en reconstrucción o rehabilitación. Si eso se definió como estratégico es porque hay una falencia mundial. Sobre todo en Chile, estamos muy al debe, siempre hemos estado reaccionando a los desastres”, dice.
De acuerdo al especialista, la Onemi ha hecho todo lo que ha podido dentro del marco y el presupuesto con que se mueve, “que es muy ridículo comparado con los desafíos que enfrenta”.
Según cálculos del Cigiden, el presupuesto del servicio (que para este año fue poco más de 13.805 millones de pesos), alcanza sólo para tener algunos planes de preparación y educación, además de destinar al Servicio Sismológico y a su estructura regional y operativa. La estimación es que se destinan cerca de 2.000 pesos por habitante al año, diez veces menos que en EE.UU. y cien veces menos que en Japón.
“El gran presupuesto que se maneja en temas de desastres viene después; en planes de recuperación, reconstrucción, limpieza, no en la Onemi, que se supone que viene antes”, dice.
Paulina Aldunce, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y parte de los científicos que asesoran en la Plataforma Nacional de Reducción del Riesgo de Desastre, de la Onemi, dice que el 27F fue un punto de inflexión para mejorar lo institucional. “Se ha mejorado en los últimos cinco años, pero todavía nos vemos sobrepasados con desastres de gran magnitud”, dice.
Agrega que desde la academia, enfatizan en que hay que ampliar la red de monitoreo de las condiciones climáticas, educar a la población y hacer el proceso más participativo, incorporando perspectivas locales.
Pilar Moraga, investigadora del CR2, dice que una de las grandes deficiencias es en el conocimiento de dónde están las vulnerabilidades, qué significan y cuántas muertes y costos pueden causar. “No tenemos números, datos duros, y el problema de no tenerlos es que no podemos tomar decisiones”, dice.
Fuente: La Tercera