Por: Maisa Rojas
El jueves 9 de junio volvimos a vivir una situación complicada en la capital. Para este día se había decretado la primera preemergencia ambiental del año, con la correspondiente restricción vehicular especial y más vías segregadas y exclusivas. Pero temprano en la mañana esta medida se debió levantar, no por una mejora en la ventilación de la cuenca de Santiago, sino debido a la rotura de una matriz de agua que colapsó el funcionamiento de la línea de metro neurálgica de la capital. Como las calles aledañas al escape de agua estaban inundadas, el tráfico también estaba cortado o muy lento (¿cuántos miles de litros de agua se habrán perdido en un par de horas?). El servicio de bicicletas públicas aumentó considerablemente su demanda, haciéndose evidente la falta de ciclovías en la ciudad.
En el último tiempo hemos tenido varios ejemplos de situaciones similares, en que el funcionamiento básico de la ciudad ha colapsado. Tanto por eventos de origen natural, humano, o tecnológico.
Por otro lado, los conceptos de ciudades inteligentes, sustentables o resilientes se han estado estableciendo como áreas de investigación más allá de los urbanistas y arquitectos. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, éstas son una fuente importante de problemas y también de soluciones. Por ejemplo, en la acción contra el cambio climático las ciudades están emergiendo como actores relevantes y centrales. Acciones de disminución de emisiones de gases de efecto invernadero y de adaptación al
cambio climático traen como cobeneficios la disminución de la contaminación local, mejoras en salud, y aumento de la resiliencia a desastres socionaturales.
Como la tendencia a la urbanización continuará, transformar nuestras ciudades en territorios resilientes determinará la calidad de vida de la gran mayoría de nosotros y de las generaciones por venir.
(*) Maisa Rojas es Directora del Núcleo Científico Milenio de Paleoclima, Investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y Profesora Asociada en el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Especialista en variabilidad del clima, experta en modelación del clima y activa participante en la comunidad internacional en modelación de paleoclima. Es una de las autoras chilenas del IPCC.
Fuente: El Dínamo