Las normas de construcción, las características de los movimientos y la educación de los ciudadanos contribuyen a resistir los sismos.
El terremoto de magnitud 7,6 que azotó la isla chilena de Chiloé el pasado 25 de diciembre provocó la evacuación preventiva de unas 5.000 personas en el sur del país ante la alerta de maremoto. Pese a la magnitud del movimiento, sin embargo, las consecuencias fueron acotadas. Aunque en la mayoría de los países un seísmo de esas características puede provocar muchas muertes y un inmenso daño en la infraestructura, en Chile no hubo tragedias humanas y los destrozos en las casas y las carreteras fueron menores. El país más sísmico del mundo tiene una receta del éxito para enfrentar este tipo de eventos naturales y se basa, sobre todo, en la educación de sus ciudadanos y las normas de construcción.
Los sismos que se producen en Chile son diferentes a los que habitualmente causan catástrofes en el resto del mundo, como el que destrozó el centro de Italia en agosto de 2016. Aunque son de gran magnitud y el terremoto de la ciudad chilena de Valdivia de 1960 es el más grande del que se tenga registro, con 9,5 grados, la mayoría de los movimientos telúricos del país sudamericano tienen su origen en el contacto de la Placa de Nazca y la Placa Sudamericana, lo que disminuye los efectos en la superficie.
“Estos terremotos son más grandes en magnitud, pero la ruptura se produce a unos 30 o 50 kilómetros de profundidad y costa afuera. Por lo tanto, aunque liberan mucha energía, la fuente está más lejos de las zonas pobladas y eso hace que las ondas sísmicas se atenúen en el camino”, explica Sergio Sepúlveda, académico de Geología de la Universidad de Chile. Un terremoto de 8,8 grados como el que azotó la zona central y sur del país en febrero 2010, por ejemplo, puede tener una intensidad menor que uno de magnitud 6 o 7 que ocurra a unos pocos kilómetros de profundidad justo debajo de una ciudad. “Las ondas llegan a las zonas pobladas más atenuadas y con otros niveles, lo que afecta de distinta manera a las construcciones”, indica el profesor.
Tres zonas
Los terremotos en Chile son más largos que los que se producen cerca de la superficie —unos dos minutos— y abarcan una mayor cantidad de territorio. Los especialistas señalan que por sus características son más parecidos a los que se producen en Japón. De acuerdo a Sepúlveda, un factor que también influye en los efectos de los seísmos en Chile es el tipo de suelo. “Las ciudades en el país están construidas, en su mayoría, en suelos gruesos y fluviales de depósitos de ríos. Estos suelos tienden a comportarse mejor y a amplificar menos las ondas sísmicas que finos y lacustres, como el que ocurrió en México en 1985”, indica el investigador del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la Universidad de Chile (CITRID) y director de la escuela de ingeniería de la Universidad de O’Higgins.
Pero las normas de construcción representan, probablemente, uno de los factores que explican en mayor medida que en Chile haya menos víctimas y daños. Ricardo Herrera, académico del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, explica que “el país tiene códigos que empujan hacia estructuras de mucha más resistencia que la que se requerirían en otros países”. De partida, señala, existen tres normas vigentes y una en estudio que regulan, entre otros diseños, la construcción de edificios urbanos y los industriales. Las edificaciones deben resistir fuerzas y desplazamientos equivalentes a grandes terremotos y la fórmula final se calcula de acuerdo a tres elementos: las características de la estructura —hormigón, acero, madera, por ejemplo—, el tipo de suelo y la zona sísmica en que se encuentra la edificación.
En el caso de Chile, explica Herrera, el territorio está dividido en tres zonas sísmicas, que van de la cordillera al mar. “La zona de peligro más bajo es la de la cordillera y de mayor riesgo es la más cercana a la costa, donde el suelo es más malo. Por lo tanto, en esas áreas se tiene que diseñar pensando en fuerzas más grandes”, indica el investigador del CITRID.
De acuerdo al académico, en Chile se cumplen las reglas de construcción: “Tenemos además una ley que señala que los diseños de cierta altura tienen que ser revisados por un equipo independiente que verifica que se esté cumpliendo con la norma. Nadie construye sin un respaldo de este tipo”, indica Herrera, que agrega que estas precauciones no encarecen de manera desmedida el costo total de la edificación.
Los ciudadanos saben actuar con calma
Aunque los chilenos se siguen asustando frente a los seísmos, saben cómo actuar con calma ante los terremotos: los lugares donde es efectivo buscar resguardo dentro de una casa, no ocupar ascensores si se está en un edificio, albergarse en zonas altas de la ciudad si existe riesgo de maremoto, etcétera. Como se producen tantos seísmos, la población no alcanza a olvidarse de un movimiento cuando ya se produjo otro. Los chilenos, desde pequeños, están familiarizados con estos eventos y la educación sísmica se va transmitiendo de generación en generación.
Después del terremoto 2010, que provocó centenares de víctimas a causa del tsunami, las autoridades reforzaron los simulacros en la zona costeras del país y la difusión de los planes de emergencia.
Publicado en El País de España.