Carta al director enviada por CITRID y el Programa de Riesgo Sísmico de la Universidad de Chile, publicada en el diario digital El Mostrador:
Los tiempos actuales, posmodernos – esta Sociedad Red, global, funcionalmente diferenciada – nos imponen y enfrentan a problemas y desafíos que no tienen parangón alguno con aquellos conocidos y afrontados durante la centuria inmediatamente pasada.
Por ejemplo, el aumento del impacto de los desastres y la complejidad de los procesos sociotecnológicos que generan Riesgo, nos confronta con desafíos tanto científicos como sociales que requieren nuevos y originales puntos de vista que aborden el problema en su complejidad.
Asumiendo este “estado de mundo”, en Chile, estamos en deuda en lo que respecta a una discusión transversal, seria y meditada, en torno a lo que podríamos, prima facie, entender como un concepto de Riesgo, es decir, la elucidación local, dentro de un contexto andino modulado por la tensión “territorio-desarrollo”, de lo que sería esta noción.
En términos estrictos, cada uno de los actores relevantes de esta trama, ha obviado este debate y ha incurrido, más bien, en utilizar el concepto de Riesgo desde la comodidad de su disciplina o sector de origen, y si ella no existiere, la importación acrítica de esta noción desde alguna otra. Vale decir, no hemos hecho el esfuerzo de poner en juego cada una de nuestras ópticas en pos de una comprensión sistémica del concepto de Riesgo.
Y sin embargo, en esta era compleja, surgen diversas preguntas que nos invitan a arriesgarnos fuera de las miradas disciplinares para apostar a una construcción más completa del conocimiento. Por ejemplo: ¿Tiene el Riesgo la misma definición, significación e implicancia en las Geociencias, Economía, Salud o en el Derecho? ¿Se puede reducir el Riesgo sólo a los desastres naturales? ¿Es lo mismo hablar de riesgo y de percepción del riesgo? ¿Existe un umbral de riesgo aceptable en una sociedad? (o ¿cuál es que se pretende imponerle?) ¿Existe un Principio de Responsabilidad de las autoridades y la sociedad civil en la construcción del riesgo, su discurso y sus prácticas? ¿Es posible que, tras las nociones de “campamentos”, “damnificados”, “Delegado Presidencial”, o “reconstrucción”, se esconda toda una definición semántica, discursiva, subjetivante y política del Riesgo?
Lo anterior resulta aún más interesante, cuando por un lado, vemos que el concepto de Riesgo es construido a partir de una extraña mezcla de medios de comunicación y la heurística; y, por otro, somos impávidos testigos del abuso de este concepto y/o su utilización sesgada e indiscriminada por parte de diferentes actores sociales, con consecuencias que no somos capaces de advertir aún como la legitimación (o no) de ciertas intervenciones del Estado en situaciones de Riesgo.
Chile, por sus características geográficas en el contexto andino, es un país particularmente expuesto a múltiples amenazas, que se destacan tanto por su frecuencia como por su intensidad. Cada año está marcado por emergencias, crisis y desastres que nos hacen recordar que vivimos en un territorio diferenciado en términos de multi-amenazas y con fuertes vulnerabilidades. Si recordamos los últimos veranos, vienen a la mente tristes imágenes como los incendios de Valparaíso de 2014, el incendio del vertedero de Santa Marta y la contaminación en la Región Metropolitana de 2016, los mega-incendios del 2017, la mega-sequía de la zona central y en los meses pasados la remoción en masa de Villa Santa María.
El contexto andino es un relieve caracterizado por un salto de 13 km, el más importante en el planeta. Se relaciona directamente con las formas que habitamos nuestro territorio, con una geomorfología gobernada por el proceso de la subducción, y con procesos geofísicos de gran intensidad como los terremotos de subducción -por ejemplo, el megaterremoto de Valdivia de 1960- o erupciones volcánicas dentro de las mayores del mundo -por ejemplo, la erupción del volcán Hudson de 1991. Otro aspecto esencial del contexto andino es la relación entre distintos peligros. Cuando afirmamos que Chile es un país altamente multi-amenazas entendemos que está expuesto a diferentes fenómenos peligrosos simultáneos, pero también que éstos se relacionan entre ellos y pueden causar efectos en cadenas. Por ejemplo, los terremotos pueden causar otros procesos geofísicos como tsunamis, aluviones, deslizamiento, avalanchas, lo que genera una necesidad de mirada sistémica.
Estos fenómenos complejos necesitan entonces un mayor conocimiento para entender sus variaciones y desarrollar técnicas y herramientas para la toma de decisiones que integren la reducción del Riesgo. Por ejemplo, la importancia de los terremotos corticales (aquellos generados en fallas geológicas sísmicamente activas, a pocos kilómetros de profundidad, con magnitudes menores a nuestros grandes terremotos de subducción, pero con intensidades y daños potencialmente mayores) aún no se ha traducido en medidas. Esto a pesar de reconocer que evidenciamos en Chile la presencia de fallas tectónicas y terremotos corticales y que éstos han sido sumamente destructivos en otras partes del mundo, por ejemplo en las secuencias sísmicas de Italia de 2016 y 2017, con considerables destrucciones en las localidades de Amattrice o Ischia.
Por otro lado, estos fenómenos recurrentes pautean nuestro desarrollo como país. Terremotos, erupciones volcánicas, aluviones, remociones en masa y tsunamis, no sólo generan muertes y daños que impactan el desarrollo social y económico (la atención a la emergencia ante desastre representa entre 1 y 2% del PIB nacional) sino que han influído en leyes e instituciones. Recordemos, por ejemplo, que la creación de la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO) es impulsada como gesto de Estado luego de las terribles consecuencias del terremoto de Chillán de 1939. Sin embargo, a pesar de la notoriedad y gravedad del impacto de los desastres, con componentes naturales y otros sociales, aún carecemos de una institucionalidad del conocimiento que permita una toma de decisiones basada en información. Para ello, necesitamos garantizar la generación de datos que identifiquen y caractericen las geo-amenazas en todo el territorio, su disponibilidad y distribución, contar con adecuados controles de calidad de los mismos, y finalmente generar la información pertinente y útil para las políticas públicas y los tomadores de decisiones.
Los compromisos asumidos por el Estado de Chile, a través de la suscripción a los principios del “Marco de Acción de Hyogo 2005-2015” y luego del “Marco de Acción de Sendai 2015-2030”, la dictación de un Plan Nacional de de Protección Civil, la creación de una Plataforma Nacional para la la Reducción del Riesgo de Desastres, la elaboración de una Estrategia Nacional para la Reducción de Riesgos de Desastres y la discusión en torno a una nueva institucionalidad en Reducción de Riesgos de Desastres, nos exhorta como Academia a lo menos a sentarnos y discutir acerca de los alcances del concepto de Riesgo, sobretodo por sus consecuencias en las políticas públicas.
Así, la identificación y caracterización los nuevos Riesgos nos exhortan a pensar “nuevas formas de gobernanza” que trasciendan las limitaciones funcionales y las fronteras territoriales de la tradicional forma del “Estado-Nación”.
La importancia de seguir reflexionando y dialogando sobre el Riesgo de desastres, y cómo nos hacernos cargo de éste, entre los diferentes actores sociales, nos convoca entonces a participar de un proyecto académico transdisciplinario, radicalmente nuevo, para desarrollar los saberes y las técnicas necesarias para una construcción de país sustentable. Del mismo modo, dejamos desde ya la puerta abierta a aquellas instituciones, organizaciones o personas que quieran ser participes de esta construcción colectiva urgente.
Jaime Campos, Julián Cortés, Juliette Marin y Sandra Rojas.