El año 2014 al profesor Romero le correspondió presidir y organizar la Décima Reunión de Multirriesgo de la Asociación de Universidades de la Cuenca del Pacífico (APRU), instancia que reuniría a un variado conjunto de académicas y académicos tanto de la Universidad de Chile como del resto de los países miembros de la Asociación. Esta reunión fue fundamental por un lado desde un punto de vista contextual en el cual los países miembros estaban muy interesados en conocer la experiencia chilena luego del “27F”, uno de los terremotos más importantes registrados en la historia moderna al que Chile había hecho frente hace algunos años atrás. Pero además fue un hito fundamental: una de las primeras reuniones entre académicas y académicas de distintas facultades en torno a la temática de la GRD, la cual daría origen posteriormente a CITRID.
Con motivo de la conmemoración de los 10 años de la tragedia de Sendai y el sexto aniversario del Marco Sendai, conversamos con Hugo Romero en relación a los logros y errores en materia de reducción de riesgo y desastres en nuestro país, los principales desafíos que tendremos que abordar en corto y mediano plazo y – más específicamente – sobre la Asociación de Universidades de la Cuenca del Pacífico (APRU) y la participación de nuestro programa en dicha instancia.
Este año se conmemoran 10 años de la tragedia de Sendai y 6 años de la firma del Marco Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (RRD). Considerando este hito, ¿cuál considera usted que han sido los logros y errores de nuestro país en materia de RRD?
La Conferencia mundial de las naciones en que se elaboró la Estrategia de Sendai marcó un hito importante en el mundo: la necesidad de prevenir la ocurrencia de desastres.
Los países – entre ellos Chile – han hecho esfuerzos importantes para interpretar estas recomendaciones y trasladarlas a políticas, legislaciones e instituciones nacionales. Sin embargo, hay un desacople entre los acuerdos internacionales y la posibilidad de implementarlos realmente a nivel nacional. Es difícil entonces juzgar si todos los alcances que hace Sendai – que son muy amplios, vinculando los desastres naturales con aspectos sociales – son realmente implementables con eficacia, por ejemplo en la región latinoamericana. Hay una distancia entre la retórica internacional y los problemas y urgencias del día a día que ocupan a cada país.
En Chile existe un modelo de negocio que comodifica el territorio y protege la plusvalía de los terrenos, evitando que se conozcan los riesgos. El país ha experimentado una evolución importante, pero en aspectos fundamentales como la prevención de los desastres socionaturales, aún falta mucho.
La prevención de los desastres socionaturales debe ser asumida por una institución que represente los intereses de la sociedad. Y en una sociedad democrática, dicha institución está relacionada con el Estado. Lo fundamental es hacer ver a cada ciudadano el grado de riesgo que existe sobre el territorio donde pretende instalarse. Las personas pueden escoger, pero deben saber el nivel de riesgo que existe.
Hemos hablado ya de los logros y omisiones, pero ¿cuáles son los desafíos en RRD que Chile aún no está enfrentando adecuadamente? ¿Cómo considera usted que hay que enfrentar estos desafíos?
Yo creo que hay muchos puntos de vista para mirar esto. Por lo menos, eso sí, yo percibo cuatro.
Primero, es la incorporación de la seguridad ciudadana ante los riesgos dentro del concepto de derechos que debe salvaguardar el Estado. Esto implica redefinir el concepto de “seguridad ciudadana” que está cooptado por la idea de la seguridad contra la delincuencia o la seguridad del Estado, vinculada a la idea de amenazas y que incluso, muchas veces se implementa contra su propia ciudadanía.
En segundo lugar, la falta de participación de la sociedad civil en las estrategias para enfrentar los desastres, elaborar estrategias de prevención e implementar la reconstrucción. Hay escasa participación social en cada una de estas fases y los procesos siguen siendo centralizados y verticalizados. Como sabemos por la teoría de formación de capital social, éste se desarrolla y dinamiza en contextos de desastres. Pero luego, lamentablemente, estos liderazgos son cuestionados, muchas veces ignorados o bypasseados por la acción del Estado que llega a los territorios a imponerse con sus autoridades y neutralizar este poder social. En vez de buscar sinergia y diálogo, terminan antagonizados y generando conflictos que impiden la participación y dificultan los procesos colectivos.
El tercer tema que sigue pendiente es la incorporación de los riesgos en la planificación territorial, económica y social. Por ejemplo, la reconstrucción de Japón costó tres veces aproximadamente el PIB de Chile; no hablamos de una cosa menor. Estos enormes costos pueden evitarse o disminuirse con una mejor planificación. Como comenté antes, no puede construirse cualquier cosa en cualquier lugar. Pueblos enteros instalados en zonas de tsunamis u otros riesgos, son un costo mayor para una reconstrucción, que puede evitarse. Esto sin contar el costo de vidas – que naturalmente – no tiene un valor financiero calculable.
Por último, en cuarto lugar, el desafío de la conexión entre demandas sociales, necesidades institucionales y producción de conocimiento. Claramente falta todavía mucho conocimiento – desde una perspectiva académica – en materia de GRD. Para producir este conocimiento, además, falta financiamiento para asegurar su calidad y continuidad. Pero de manera más específica sería correcto decir que falta una adecuada conexión entre las demandas sociales, políticas y culturales del conocimiento, las posibilidades de respuesta por parte de las universidades y el adecuado financiamiento.
El contar con un financiamiento y soporte institucional para la investigación aportado por el estado es una realidad que se observa en todas las universidades que forman parte de la Asociación de Universidades de la Cuenca del Pacífico, APRU.
Por último, nuestra Universidad y, por extensión, nuestro programa forma parte de la Asociación de Universidades de la Cuenca del Pacífico. Para quienes estén interesados sobre este esfuerzo colaborativo ¿de qué se trata? ¿cómo se puede participar?
La APRU es una organización no gubernamental. No es una institución oficial de algún país sino una agrupación de Universidades complejas, es decir, instituciones de carácter público cuyo foco es la producción de conocimiento e innovación. Surgió en 1996 para acompañar a la APEC, la Asociación Económica de Países de la Cuenca del Pacífico. Cuando se creó esta organización esencialmente política y económica, surgió la necesidad de disponer de una institucionalidad académica de soporte. Originalmente partió por un impulso de universidades asiáticas: China y Japón a la cabeza, y lentamente se han ido sumando nuevas instituciones de la cuenca del Pacífico, particularmente de Asia y Oceanía. El núcleo predominante entonces lo constituyen las universidades asiáticas, con China y Japón a la cabeza, seguidos por universidades públicas que representan a los distintos países que enmarcan al océano Pacífico, como Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Filipina, Indonesia, Singapur, etc.
Desde un punto de vista histórico – de todas maneras – la incorporación de la Universidad de Chile a la APRU ha sido permanente, puesto que nos encontramos presentes casi desde su fundación. En ese entonces existía en nuestra Universidad un programa que se llamaba “Asia-Pacífico” que tenía su sede en la Facultad de Economía y que ya estaba interactuando con diversas universidades de la ribera occidental del Pacífico, principalmente Japón, y que tenía como objetivo instituir planes de investigación en conjunto. Incluso se estableció un instituto de Isla de Pascua, que debía coordinar los trabajos que se ejecutarán en las diversas facultades localizándose en un lugar que representa sin duda el mayor alcance del país en la configuración de la cuenca del Pacífico. Este fue el antecedente que dio paso al ingreso de la Universidad de Chile a la APRU como parte del ambiente de reconstrucción de su institucionalidad democrática.
APRU hoy en día aúna a 54 universidades. Durante el último tiempo se han sumado importantes universidades de Estados Unidos dado que originalmente sólo estaba incluida la Universidad de California. Lo mismo ha sucedido con universidades de Australia, China y Corea, además de la incorporación de representantes de México, Colombia y Ecuador. Cuando nosotros organizamos el evento acá en Chile en 2014, uno de los objetivos principales fue abrir un foco de interés en esta ribera de la cuenca del Pacífico que ha estado más bien abandonada y que corresponde a los países latinoamericanos expuestos a las vicisitudes, riesgos y potencialidades de esta extensa zona geográfica. El propósito entonces no era solo participar de un evento más, sino hacer ver al resto de las instituciones universitarias de la región oceánica que América Latina estaba muy afectada por los desastres socio naturales que afectaban a la cuenca del Pacífico.
El Programa de Multirriesgos, bajo el cual nosotros organizamos el evento, es uno de los muchos programas que tiene APRU. Un ejemplo de otro programa relevante es el de Sustentabilidad Urbana, encabezado por la Universidad de Melbourne, Australia. Hay otros programas impulsados por las universidades rusas pertenecientes a APRU que tratan sobre el tema del envejecimiento de la población. Hay escuelas de verano y facilidades para el intercambio de estudiantes de doctorado entre las universidades que pertenecen a la organización; por lo tanto, la gama a explorar y posibilidades de participación son muy amplias.
La limitación, como siempre, es el financiamiento. APRU es autofinanciada por aportes de sus universidades miembros, no recibe fondos públicos, por lo cual todo lo que quiera hacerse bajo su organización debe considerar el problema de disponibilidad de recursos. En el caso del programa de Multirriesgos, se realizan simposios anuales y el próximo será en Noviembre en Indonesia. Estos eventos, junto a la Escuela de Verano organizada cada mes de julio por la Universidad de Tohoku, otorgan continuidad al programa. Solo suspendieron el año 2020 producto de la pandemia. Este año será online y están abiertas las inscripciones para enviar ponencias.
Una dificultad, eso sí, para participar en APRU, es que la organización mira al mundo preferentemente desde la perspectiva de Asia u Oceanía. Esto resulta naturalmente del número de universidades pertenecientes a esas regiones. Por el contrario, son muy pocas las universidades que participan desde América Latina y es necesario aumentar los programas de cooperación académica que contribuyan a resolver esta asimetría y estimular la participación de universidades de México y Centroamérica. Para eso habría que aprovechar que con la pandemia muchos eventos ahora se realizan online.
Lamentablemente APRU es un organismo no gubernamental, autofinanciado por sus miembros. lo que genera grandes desafíos para superar las distancias físicas y culturales. APRU no está en condiciones de entregar becas o recursos, pero sí existe un gran espíritu de colaboración, actividades conjuntas y una serie de oportunidades de comunicación y coordinación que hoy más que nunca pueden aprovecharse en el contexto de las actividades en línea. Podemos aprender mucho de la manera en que los estados y sus universidades públicas localizadas en la cuenca del Pacífico, comprenden el ciclo completo de los desastres socio-naturales, incluyendo su prevención y preparación, enfrentamiento y reconstrucción en los aspectos materiales y socioculturales.
Después del evento organizados por nosotros en 2014, desde la APRU reconocieron nuestra tarea en la Universidad de Chile y me nombraron miembro del coregroup del Instituto Internacional de Investigación sobre Desastres (IRIDES) que se creó a raíz del terremoto y tsunami de Sendai del 2011, en el seno de la Universidad de Tohoku. Esta Universidad recibió el mandato del gobierno japonés de sistematizar la información sobre la totalidad de los aspectos afectados por el desastre. Menciono esto porque en el marco de la actividad de conmemoración de los diez años del desastre de Sendai, Japón ha examinado críticamente tanto la reconstrucción físico/material como la reconstrucción social y sus aportes a la sustentabilidad de ese país. Se investiga y habla de geofísica, pero también de las consecuencias sociales y de cambios profundos en la planificación urbana y territorial, que impidan la repetición de sus devastadores efectos.
En Chile tenemos mucho que aprender y comunicar sobre estas materias aprovechando el puente construido por APRU entre los bordes de la cuenca del Pacífico. Sólo debemos participar.