La Organización de las Naciones Unidas designó el 13 de octubre como el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, una fecha que busca concientizar sobre la importancia de tomar medidas preventivas que minimicen el impacto de las catástrofes en la población. La U. de Chile cuenta con diversos especialistas que abordan estas problemáticas en terreno, investigando y aportando soluciones frente a distintos fenómenos, un desafío que para Chile es insoslayable ante la multiplicidad de riesgos de desastres socionaturales que enfrenta.
Falla San Ramón: una amenaza sísmica
Uno de los proyectos que reúne a tres unidades de la Universidad de Chile es «¿Planificación urbana en riesgo? Prácticas socio espaciales de comunidades en el piedemonte de Santiago, Chile y su incidencia en la Falla de San Ramón (FSR) como nuevo escenario de riesgo sísmico y sostenibilidad». El proyecto, interfacultad y transdisciplinar, es dirigido por el académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) Jorge Inzulza, junto con los co-investigadores Gabriel Easton,de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), y Sonia Pérez, de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO).
El objetivo principal de la investigación, que finalizó en julio pasado, se enfocó en identificar, caracterizar y analizar la relación entre prácticas socioespaciales, la amenaza natural y la planificación urbana en el piedemonte habitado de Santiago que se encuentra en riesgo sísmico de la Falla San Ramón (FSR). A partir de este trabajo, se buscará avanzar en una planificación urbana sostenible para el siglo XXI.
De acuerdo a Jorge Inzulza, es de vital importancia “entender cómo la Falla San Ramón se ha instalado como una nueva amenaza sísmica para la ciudad de Santiago. Es por ello que es fundamental entender su naturaleza geológica y su relación con las áreas urbanas por donde atraviesa”.
La Falla de San Ramón, explica el equipo investigador, es un elemento geológico activo, situado a lo largo del piedemonte andino de Santiago. Presenta una longitud de 30 kilómetros, si se considera el tramo desde el río Mapocho hasta el río Maipo; y de 50 kilómetros, si se considera que recorre 20 kilómetros más hacia el sur del río Maipo, incluyendo la comuna de Pirque.
“Es una falla cortical de poca profundidad (16 a 20 kilómetros) en comparación a las fallas subduccionales del Océano Pacífico, con la posibilidad de generar un nuevo sismo de magnitud Mw 7.2 a 7.5 con ruptura en superficie, tal como lo fue hace 17.000 y 8.000 años atrás. En este sentido, si bien posee una data milenaria, en términos geológicos la Falla San Ramón es un fenómeno reciente –y principalmente del presente siglo – respecto a cómo influye en el crecimiento urbano del piedemonte de Santiago y en las comunas que han sido estudiadas: Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida y Puente Alto”, detalla Jorge Inzulza.
Según lo investigado por estos expertos, el mapa geológico habitable y de vulnerabilidad evidencia que existen diversas comunidades expuestas a este riesgo sísmico (más de 150 mil personas en total). Este riesgo, además, presenta distintas características al considerar los tipos de edificación, el nivel socioeconómico de las personas y las instalaciones críticas que, en conjunto, hablan de la complejidad territorial de este sector.
Lamentablemente, en términos de normativa urbana, “a la fecha no existen planes reguladores comunales que reconozcan la Falla San Ramón en sus estudios específicos de riesgos y que, por ende, la puedan normar para restringir los distintos usos de suelo, siendo el de vivienda, el mayor encontrado en su buffer de 300 metros. Esto ha traído como consecuencia que, al menos un 55% de la traza de la Falla San Ramón esté urbanizada y/o edificada en su superficie”, explica el profesor Jorge Inzulza.
Dentro de los impactos inmediatos de la investigación, y luego de reuniones sostenidas con las autoridades de planificación urbana, el gobernador de Santiago, Claudio Orrego, anunció la modificación del Plan Regulador Metropolitano de Santiago, como una acción pionera que incorporará la Falla San Ramón como un elemento de riesgo en la normativa urbana de nivel intercomunal.
La Serena se prepara para la reducción de riesgos, un ejemplo replicable
Otro de los proyectos que realiza la FAU es liderado por la académica del Departamento de Geografía, Carmen Paz Castro; al que se suman como co-investigadores Manuel Amaya, académico y decano de la FAU, y los egresados Isabel Alt, Ignacio Arce y la docente Marisol Castro. El objetivo de esta iniciativa es evaluar el riesgo urbano de la ciudad de La Serena para preparar a los actores claves, especialmente a los miembros de las Organizaciones de Primera Respuesta (OPR), en la reducción de los impactos ante posibles catástrofes.
El proyecto permitió generar una base de datos territorial y cartografía sobre las diferentes dimensiones que considera la gestión integral del riesgo a nivel urbano, generando un sistema de información geográfica de libre acceso que aporta al municipio información de calidad para la toma de decisiones. De esta manera, se diseñó un modelo de evaluación del riesgo que considera el contexto multiamenazas, replicable a realidades territoriales similares.
«El resultado espacializado del modelo de riesgo urbano a nivel de manzana en la ciudad de La Serena muestra una clara relación entre el nivel del riesgo y la geomorfología de la ciudad, donde las terrazas marinas más altas, al oriente del centro histórico, tienen un menor nivel de riesgo y el mayor riesgo está en las zonas expuestas a tsunami y donde existe mayor vulnerabilidad. Esta cartografía permite concentrar los recursos en las zonas que tienen mayor y más urgente necesidad, así como también los planes de prevención y de capacitación”, explicó la profesora Carmen Paz Castro.
La representación cartográfica del riesgo -puntualiza Carmen Paz Castro- permite a los Organismos de Primera Respuesta planificar sus procesos de respuesta con base en información territorial de detalle y actualizada, haciendo más eficiente su preparación y trabajo, así como apoyar los procesos de planificación territorial mejorando la resiliencia y seguridad de la ciudad.
Para las y los investigadores de este proyecto, denominado «Riesgo Urbano: evaluación y preparación de la emergencia desde un enfoque integral», el diagnóstico y evaluación del riesgo de desastres es una etapa absolutamente necesaria para realizar procesos de toma de decisiones informados, que apunten a una real reducción del riesgo y una gestión integral de este, es decir, “que considere no solo la probabilidad de pérdidas y daños materiales, sino también aquellas pérdidas del bienestar subjetivo de la población, que ha sido el objetivo principal del estudio presentado. Existe una necesidad importante de información territorial de detalle y de calidad para poder realizar planificación preventiva. Además, sigue siendo difícil conseguir información y debemos, por lo tanto, ocupar un tiempo considerable en construir bases de datos y cartografía antes de poder avanzar en nuestros objetivos de análisis. Es un tema pendiente y urgente”.
Puntos claves para la Reducción de Riesgos
Ambos proyectos entregan condiciones fundamentales para reducir los riesgos ante desastres. Para el arquitecto y urbanista Jorge Inzulza, es clave que la comunidad se involucre en el conocimiento acabado de sus entornos habitables, en especial, en aquellos que presentan amenazas y riesgos desde fallas corticales, como el caso de la Falla San Ramón. “Lo preocupante es que participantes de comunidades expuestas al riesgo en Las Condes y el Peñalolén, que fueron entrevistados sobre el uso y percepción de sus entornos habitables, señalaron que el conocimiento técnico de la Falla San Ramón es poco, por lo que requiere de una actuación tanto de las autoridades locales como de los mismos residentes para lograr planes de acción que permitan enfrentar este tipo de riesgo”.
En esta línea, se propuso un set de criterios de diseño cívico resiliente (DCR) para enfrentar la Falla San Ramón con una planificación urbana sostenible en Santiago, en base a tres ámbitos de acción: natural, construido y social, los cuales se interrelacionan para entregar indicadores de resiliencia y criterios de evaluación que podrán ser aplicados en la normativa urbana de escala metropolitana y comunal. Ejemplo de estas variables son la incorporación de la distancia a la franja de ruptura potencial de la Falla San Ramón para el ámbito natural; los usos de suelo, zonas de seguridad y vías de evacuación, en el ámbito construido; y el nivel de conocimiento, la percepción del riesgo y las instancias de encuentro comunitario, para el ámbito social.
Por su parte, la investigadora Carmen Paz Castro señaló que el tema de la Reducción del Riesgo de Desastres es absolutamente transversal y la única manera de avanzar es con el compromiso de todos los sectores e instituciones públicas y privadas, así como del importante compromiso de las organizaciones de la sociedad civil. “Cualquier intervención que se haga en el territorio debe tener como foco la reducción del riesgo o al menos no construir nuevas zonas de riesgo, solo así podremos tener ciudades más seguras y con mejor calidad de vida. La gestión del riesgo prospectiva que se enfoca en la planificación a largo plazo debe ir acompañada de una gestión correctiva que trabaje en la mitigación del riesgo ya construido”.
Ambos coinciden en que si bien se ha avanzado mucho desde el gran evento de terremoto/tsunami del año 2010, por ejemplo, con la creación de la Plataforma Nacional de RRD y las políticas nacionales de RRD y planes estratégicos asociados, así como la coordinación de ONEMI (actual SENAPRED), que ha ido sumando a diversas instituciones nacionales y que hoy se encuentran avanzando muy comprometidamente en políticas públicas de RRD, “aún falta mucho por hacer y aún existen fuertes barreras para avanzar, pero el país ha logrado avances importantes reconocidos a nivel internacional en esta materia”.
Publicado originalmente en Noticias Uchile