Damnificados, personas aisladas, viviendas con daños y víctimas fatales; estas son algunas de las lamentables consecuencias que dejó la emergencia por lluvias en la zona centro sur de Chile. Hoy la atención se centra en la reconstrucción y la ayuda. Pero, de cara a nuevos frentes climáticos y otros episodios inevitables como terremotos, incendios forestales y sequías, ¿por qué sentimos que la historia se repite?
“Muchos de los problemas se repiten”, dice Daniela Ejsmentewicz, directora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres (CITRID) de la Universidad de Chile. “Es preocupante como no hay un proceso institucional de lecciones aprendidas”, agrega, refiriéndose a los episodios de emergencia que vemos que se repiten con cierta periodicidad.
Todo indica que las alertas preventivas que provienen de los organismos técnicos, no parecen provocar una reacción apropiada en el resto de las instituciones. “Es necesario implementar procesos que permitan reaccionar ante este tipo de informaciones de manera más integral y preventiva”, apunta la directora de CITRID.
El verano 2017, sin duda, será inolvidable para las miles de familias que vivieron los embates del megaincendio que afectó a la zona centro-sur del país entre el 18 de enero y el 5 de febrero de ese año. Incluso, organismos como Conaf se referían a la emergencia como la “tormenta de fuego”, a través de sus canales oficiales.
Sin embargo, la época estival 2022/2023 nos recibió con la segunda temporada más destructiva de incendios de este tipo, provocando una tremenda preocupación en las autoridades y, principalmente, en la población de regiones como el Maule, Ñuble y Biobío.
El secreto de la prevención: educar
¿Qué es el antropoceno? Según la Unesco, el término refiere a “las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad, tanto la rápida acumulación de gases de efecto invernadero, como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales”.
Por ende el antropoceno, como concepto, se ajusta a la realidad que la humanidad vive en el Siglo XXI. Sociedades que ven las consecuencias del agotamiento de sus condiciones para la supervivencia, un momento de la existencia donde según Martin Hauberg-Lund, investigador en sustentabilidad, se “condensa la explosión demográfica y la aceleración”, teniendo como impacto el consumo exponencial de recursos.
Al respecto, Daniela Ejsmentewicz precisa que el mejor método para adquirir una conciencia respecto al entorno que describen autores como el mencionado, debe ser la educación de la población respecto a desastres de origen natural, entre otras acciones estratégicas. “La apropiada alerta, el ordenamiento territorial consciente hasta la contratación de seguros que permitan la transferencia de riesgos”, son
vitales para instalar en la población una actitud preventiva, según afirma la académica de la Universidad de Chile.
Prevención y Nueva Constitución
Desde CITRID, el planteamiento de cara al nuevo proceso constitucional que vive el país, no es otro que considerar los desastres de origen natural entre los capítulos de la Carta Magna, estableciendo mecanismos que representen un derecho para la población que vive en un país con características naturales que conllevan emergencias.
Según Daniela Ejsmentewicz “si la Constitución reconoce como derechos fundamentales la protección a la vida, a la propiedad, la necesidad de actuar de forma sustentable protegiendo el medio ambiente, los animales y los medios de vida de la población, existe entonces también la obligación de gestionar el riesgo de desastres para reducir dicho riesgo”, señala.
Todo indica que la gestión del riesgo de desastres es una estrategia que permite proteger los derechos establecidos en la Constitución. Según Daniela Ejsmentewicz “es muy importante entender que la gestión de riesgo no se trata solo de responder ante emergencias, sino de proteger los derechos que se establecen en la Constitución en la mayor medida posible”.