Con la intención de conocer las reflexiones que se pueden dar en torno a la transdisciplina y su efectividad en el contexto académico y social, CITRID conversó con el geógrafo, investigador, integrante del Programa para la Reducción de Riesgos y Desastres, además de Premio Latinoamericano de Geografía 2019, Hugo Romero.
El 2014 a Romero le correspondió presidir y organizar la décima reunión de multiriesgo de la Asociación de Universidades de la cuenca del Pacífico (APRU) que fue realizada en la Universidad de Chile, lo que implicó reunir a académicos de distintas facultades de la universidad para trabajar en torno a este desafío, que esperaban estuviera a la altura de la casa de estudios.
La realización de esta conferencia en Chile era fundamental, ya que los otros países tenían interés en conocer la experiencia acumulada luego del 27F, lo cual para Romero “marca un punto de quiebre en la forma en que los desastres eran comprendidos en Chile”.
De aquel entonces, se puede ver el primer atisbo de lo que daría paso a establecer CITRID: mediante la organización de la décima conferencia de la APRO surge la inquietud de trabajar en torno a los antecedentes del 27F que ya se habían recopilado y por otro lado, la necesidad de definir un conjunto de prioridades de investigación.
Posteriormente, con la conferencia de SENDAI surgen varias razones de que “hay que realizar un esfuerzo de construcción interdisciplinaria que conduzca a una respuesta más global, más integral frente a los problemas que plantean estos desastres y que efectivamente exigen una forma de análisis y de difusión de sus resultados y de comunicación en la sociedad y los tomadores de decisiones que es distinta de lo que hasta el momento se estaba realizando”.
Desde su participación personal en el programa, ¿cómo ha sido su experiencia?
CITRID no dispone de los mecanismos ni del financiamiento de ninguna forma directa para poder apoyar una investigación interdisciplinaria como la que se requiere. Consecuentemente los aportes que todos los investigadores hemos hecho ha consistido más bien en poner a disposición de la organización los resultados de los proyectos y de los trabajos de investigación de los cuáles cada uno de nosotros esté involucrado, eso ha significado un aporte parcial y menos significativo que lo que supuestamente esperábamos al inicio de esta iniciativa que como he dicho tenía como inspiración exigencias nacionales e internacionales de mucha mayor envergadura.
Sobre la transdisciplina, Romero cree que el llamado a su construcción, profundización y mayor aplicación de las ciencias sociales se topa con la incógnita en torno a las cosas que las personas perciben, reaccionan, gestionan y que la academia no logra reconocer.
De lo que hemos conversado, usted ha mencionado información sobre contexto, desafíos y problemáticas de la academia y la transdisciplina. Si lo pensáramos a un corto, mediano y largo plazo, ¿cuáles cree ud que podrían ser las tres cosas que se podrían resolver desde la academia hacia la sociedad civil?
Me parece que las cuestiones más importantes son comprender la estrategia de combate o de reducción de riesgos es una estrategia que constituye a una forma de gobernanza sociopolítica. Bajo ese concepto se trata de una estrategia de largo plazo, de co-producción del conocimiento y principalmente de una vinculación muy fuerte con los demandantes de conocimiento -en este caso las comunidades sociales- y por supuesto, los tomadores de decisiones.
Ya no queremos iluminados ni tampoco queremos un pensamiento de arriba hacia abajo. Queremos un pensamiento que efectivamente sea acorde a nuestras realidades, naturaleza y comportamiento y que sea participativo, elaborado de una manera mucho más estructurada pero pensando principalmente en que el objetivo final no es necesariamente la reducción de riesgo sino que es el alcance de condiciones de desarrollo sustentable, equitativo, justo, recíproco, solidario y cargado de una serie de valores que sí tiene que ver con una estrategia de gobernanza más que de producción de conocimiento en sí misma.
Una segunda cuestión que me parece fundamental es la elaboración de una estructura permanente y orgánica dentro de la universidad que se haga cargo de esto. Una universidad que sigue fragmentada en facultades que son feudos inalcanzables con tremendas inequidades de tremendo tipo entre ellas no contribuye esencialmente a generar las estructuras necesarias para efectivamente poder participar activamente y con la robustez que las condiciones exigen en este tipo de desafíos. Hay que pensar en nuevas estructuras.
En tercer lugar, que esta nueva estructura deba plantearse una influencia política mayor. Me parece que los últimos acontecimientos demuestran claramente que ha habido poca preocupación por la acción política y que esa acción política ha estallado denunciando la falta absoluta de la capacidad predictiva de las ciencias sociales a partir de estos procesos.
Eso es un llamado muy severo de atención en el sentido si realmente los conocimientos que estamos elaborando tienen la capacidad de comprender la complejidad de la realidad y explicarla como para identificar los factores más significativos que detonan en estos procesos pero también para ubicar las estrategias de gobernanza y las estrategias de participación que la sociedad hoy reclama desesperadamente y que la universidad nunca propuso. Todas estas son cuestiones que nos obligan a replantearnos con mucha perseverancia y cautela pero también con una cierta continuidad.
¿Cómo ve usted la influencia o la participación que ha tenido la academia en esta primera parte del estallido social?
El esfuerzo de recuperación no ha estado a la altura del proceso de destrucción y por lo tanto, las capacidades explicativas, comprensivas, analíticas no han estado a la altura. El hecho de que nadie haya imaginado los acontecimientos demuestra que efectivamente las esferas política, social, cultural, científica, académica… todas… han tratado de sobrevivir en condiciones de mucho aislamiento, incomunicación y por lo tanto de una pérdida de importante sensibilidad frente a los temas que afronta.
Hemos estado más preocupados de conseguir recursos en una competencia (que yo califico de canibalística) para conseguir fondos externos a la universidad… o sea, la propia universidad no tiene una capacidad autonómica de decidir en qué va investigar, con quienes va a trabajar… cómo va a estimular la educación, cómo va participar activamente en generar esas capacidades de gobernanza, de gobernabilidad que el país exige.
Ese es el costo que estamos pagando porque nunca fuimos capaces de identificar con claridad las acciones reconstructoras que había que emprender. La suerte del CITRID o de cualquier otro organismo que queramos generar, fomentar y estimular, pasa necesariamente por un re-análisis importante.
¿Cuál cree que ha sido el rol de la Geografía desde el 18 de octubre en adelante?
A mi me parece que hay dos cosas distintas, en general el tema de la desigualdad territorial o de una geografía de la desigualdad o una geografía del sufrimiento, una geografía de la pobreza… todo ese tipo de geografía sufriente, por decirlo de alguna manera, se ha venido desarrollando dentro de los últimos años de forma bastante general. Una geografía del sur que tiene mucho que ver con esto y que se basa en los teóricos principales. Hay un paradigma de localización de la producción de conocimiento respondiendo. Es el paradigma que llamamos colonizador.
Efectivamente hay una especie de remezón de las ciencias sociales incluidas la geografía de decir «bueno, hasta ahora hemos copiado los modelos del norte para copiar conocimiento”. Hemos sido incapaces de dar cuenta realmente de nuestras propias realidades y los efectos teóricos metodológicas que veníamos siguiendo no responden a lo nuestro, lo que significa un proceso de autentificación importante que está en crisis porque evidentemente nos encontramos con este doble estándar: por un lado tenemos que dar cuenta de la realidad pero por otro lado si queremos publicar en una revista internacional nos piden que nos fijemos en los paradigmas del norte.
Hemos hecho lo posible por entender parte de esta geografía local como central en nuestras aproximaciones pero no tenemos la capacidad de influir en un cambio estructural a nivel global en destacar con mayor nitidez las diferencias en esa globalización.
Yo creo que la geografía hizo lo posible. Parte importante de la literatura producida en los últimos 10 años ha tenido como centro los desastres socionaturales, la contaminación ambiental, el impacto negativo de los proyectos locales y de las economías regionales y locales, la no consideración de los pueblos indígenas… etc. Todo eso está en la literatura geográfica pero no ha tenido ninguna influencia en el país como lo demuestran los acontecimientos.