Lo más importante es tener claridad de las capacidades, individuales y colectivas, con las que contamos y las que creemos necesarias de adquirir o fortalecer, pues solo identificándolas y reconociéndolas podremos estimarlas en su justa medida, sin caer en un exceso de confianza que altere la percepción del riesgo asociado.
A pocas horas de ocurrido el terremoto de magnitud 7.6 con epicentro en la prefectura de Ishikawa, Japón, y que generó alerta de tsunami en varias localidades de la costa oeste nipona, provocando la evacuación de más de 30 mil japoneses, se empiezan a conocer las evaluaciones de pérdidas y daños, acompañadas por registros de más de una treintena de réplicas. En general, las afectaciones se traducen por ahora en la alteración a servicios básicos, pérdidas de conectividad terrestre y aérea, daño en infraestructura y viviendas, además del lamentable fallecimiento de cerca de 50 personas. Ha sido destacado el comportamiento de la población, la serenidad para reaccionar durante el movimiento telúrico y la civilidad con la que enfrentan las indicaciones de las autoridades.
Ante la ocurrencia de terremotos de estas características en otras regiones del mundo, es usual escuchar en nuestros entornos expresiones que minimizan la magnitud de los eventos sísmicos ocurridos, siendo algunos compatriotas categóricos en señalar que las afectaciones acá en Chile no serían igual, o que ese terremoto para nosotros apenas se sentiría o no sería digno de preocupación por tratarse “solo de un temblor”, siendo ésta una denominación muy “chilena”.
Chile cuenta con una importante cultura y experiencia acumulada en torno a eventos sísmicos y son varias las acciones tendientes que reafirman aquello: medidas de preparación han reforzado conductas de autocuidado, ejercicios de evacuación ante sismos-tsunamis modelados, normativas de diseño y construcción sismo resistentes, desarrollos que agilizan sistemas de alerta temprana, por mencionar algunos avances.
¿Será entonces que esta cultura nacional que nos vincula de una manera familiar con la amenaza sísmica- siendo parte del ADN chileno- nos provoca un sesgo cognitivo del tipo superioridad ilusoria?
Lo más importante entonces es tener claridad de las capacidades, individuales y colectivas, con las que contamos y las que creemos necesarias de adquirir o fortalecer, pues solo identificándolas y reconociéndolas podremos estimarlas en su justa medida, sin caer en un exceso de confianza que altere la percepción del riesgo asociado. Para ello, es relevante contar con permanente información, atender conocimientos y saberes, sean éstos locales o tecnocientíficos, establecer ex ante tareas de preparación para la respuesta acorde a dichas capacidades y, por sobre todo, propiciar que la memoria sea un ejercicio de permanente sensibilización intergeneracional.
Lo anterior será crucial a la hora de que experimentemos un evento sísmico, dado que en un país con alta frecuencia y diversidad de fuentes sismogénicas como es Chile, no podemos olvidar la existencia de importantes lagunas sísmicas documentadas, las que sin duda pueden poner a prueba a todos quiénes habitamos este territorio. Por ello, es positivo que cada uno de nosotros hagamos el ejercicio de observar cómo responden otros países ante estos escenarios y capturar prácticas que nos parezcan adecuadas y seguras para superar una potencial emergencia.