Una situación de emergencia podría dejar a nuestros teléfonos inteligentes inutilizables y las líneas telefónicas podrían colapsar. Esa fue la experiencia que nos dejó el terremoto 8.8 en la escala de Richter y posterior tsunami en 2010. ¿Qué tan preparados estamos hoy en materia de comunicación ante un episodio como este?
Trece años han pasado desde el segundo terremoto más fuerte en la historia de Chile. Exactamente a las 3:34 am del sábado 27 de febrero la zona central del país se sacudió con una fuerza inusitada. Se trató de un terremoto magnitud 8,8 ° MW, el segundo más fuerte en nuestra historia después de la catástrofe de Valdivia en 1960.
523 víctimas fatales y cerca de 2 millones de damnificados fueron los resultados fatales de la catástrofe que, además, dejó en evidencia la fragilidad de la red de comunicación a nivel nacional. De hecho, una encuesta del Centro de Estudios Públicos de Chile (CEP), reveló que las empresas de telefonía estuvieron entre las empresas peor evaluadas tras la catástrofe, con una valoración que apenas llegó al 20%.
Pero pocos minutos después del terremoto y posterior tsunami, “los radioaficionados levantaron su red de emergencia y pudieron comunicarse con la zona más afectada y saber la real dimensión de esta catástrofe”, apunta Cristian Celpa, presidente de Radio Club de Chile, quien recuerda la reacción de su entorno ante el episodio ocurrido hace más de una década.
Quien levantó dicha red de alerta comunicacional fue Rafael Riesco, antiguo radioaficionado a través de la frecuencia CE3FFR, una línea que jugó un papel importantísimo en el establecimiento de información sobre lo ocurrido”, agrega al recordar a su colega fallecido en febrero de este año.
Labor social en regiones
El Decreto 523 de 2006 del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, indica que el Servicio de Aficionados a las Radiocomunicaciones tiene como finalidad la intercomunicación radial y la experimentación técnica y científica llevada a cabo a título personal y sin fines de lucro.
Pero a pesar de los tecnicismos, la directora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres CITRID de la Universidad de Chile, Daniela Ejsmentewicz, afirma que los radioaficionados “siempre han sido parte importante de las comunicaciones en tiempos de catástrofes”.
“Ha habido situaciones donde la fuerza del evento destruye, daña o afecta los sistemas de comunicación oficial o institucional y en ese sentido, el trabajo de los radioaficionados permite recibir y enviar información, incluso desde las propias zonas afectadas”, agrega la directora de CITRID sobre el rol que ejercen en situaciones de desastre los casi 8.000 radioaficionados que actualmente cuentan con una licencias aprobada por la Subtel, concentrándose la mayor cantidad en la Región Metropolitana.
Pero indiferente a este mayor número de aficionados en la capital, apunta Cristián Celpa, el trabajo más relevante para quienes ejercen esta disciplina está en las regiones. “La radioafición cumple un rol fundamental en el acercamiento con las personas a través de la comunicación y cumple un rol esencial no sólo durante las emergencias, sino también en la vida diaria”, considerando zonas alejadas, de difícil acceso y donde los smartphones no pueden hacer nada para mantener una comunicación fluida.
Avances desde Senapred
Un nuevo protocolo para tsunamis, mejor coordinación con las autoridades, evacuaciones preventivas y más simulacros. Estos son algunos de los cambios que implementó el nuevo Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres, el que entró en vigencia tras la promulgación de la Ley 21.364.
Sin embargo, según cuenta Natalia Silva, investigadora del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres CITRID de la Universidad de Chile, las diferencias con la ex ONEMI van más allá de las medidas específicas de prevención que se toman en el caso específico de desastre, ya que hay una diferencia administrativa importante al “dejar de ser una oficina y pasar a ser un servicio público, con mayor presupuesto y personal”.
En segundo lugar, agrega la Ingeniera Civil y Geofísica experta en Gestión del Riesgo de Desastres, figura el “nuevo marco normativo que ahora asigna el rango legal a la gestión del riesgo de desastres; es decir, obligatoriedad en las responsabilidades asignadas”.
Adicionalmente, dice que “SENAPRED cuenta con nuevas funciones que permiten amplificar su nivel de acción y efectividad. “Antes era principalmente asesor y coordinador de un Sistema y ahora además debe planificar y supervisar. Esta última función debe desplegarse oportunamente para poder ir haciendo un seguimiento al cumplimiento de los objetivos que plasman los instrumentos para la gestión del riesgo de desastres y que buscan reducir el riesgo en los territorios”.